Mi amor, te observo mientras duermes y quiero
aprovechar para entrar entre tus sueños y decirte lo que pasé hasta que te
encontré.
Aquella
mañana cuando te conocí, ¿recuerdas? Yo estaba pasando mis vacaciones en
aquella isla paradisíaca. Cuando fui a mi hotel te vi. Eras una de las mujeres
más hermosas que existía. Tú también te hospedabas allí, nuestras miradas se cruzaron por un instante
y…desde ese momento, ambas supimos lo que vendría después. Por la tarde,
también coincidimos en el salón el hotel. Tú, estabas dos mesas más allá de la
mía, yo no podía evitar el no mirarte, me armé de valor y antes de que
sirvieran la carta, me atreví a pedirte que me acompañaras a cenar, tú me
dijiste que con mucho gusto me acompañarías. Estuvimos cenando, hablábamos de
todo, nos reíamos, nos sentíamos cada vez, y sin saber por qué, un poquito más
la una de la otra, ¿sería el destino? Cuando terminamos de cenar, fuimos a
bailar y a tomar unas copas, y…después, fue inevitable el no ir a tu
habitación. Allí, pude apreciar más, si cabe, tu belleza. Tu piel tostada. Tus
ojos orientalizados y de color miel. Tu cabello largo y rizado. Tu cuerpo…con
esas curvas que invitaban a su navegación. Nos pusimos una canción y…comenzamos
a bailar. Podía apreciar tu perfume que cada vez me envolvía, más…y más. Mis
manos apretaban tu cintura, mientras mis labios besaban tímidamente y a la vez,
con decisión, tu hermoso cuello, que era igual de hermoso que el de un cisne. Nuestras
miradas se volvieron a cruzar y…se detuvieron fijamente. De pronto, mis labios
se acercaron a los tuyos y…se fundieron en un cálido y profundo beso. Esos
labios tuyos, carnosos y jugosos. Cada vez, los míos se hacían más atrevidos,
hasta que mi lengua, buscó la tuya y…ambas, se fundieron entrelazadas,
estimulando con su juego, nuestros sexos. Desabrochaba tu blusa y…quedaban al
descubierto tus senos. Esos pechos que transmitían erotismo. No podía ni quería
evitar el besarlos, el lamerlos y rodear con mi lengua sus pezones, que…en
ocasiones…mordía levemente hasta escuchar un sonido de tu boca de extremo
placer. Te quité la falta y…tus braguitas, esas braguitas de encaje tan sexys.
Mi lengua, empezó a recorrer tu vientre…tu pubis…Tú, te estremecías, gemías, me
agarrabas fuertemente con el propósito de que continuase y no parara. Nuestros
cuerpos se fundieron en uno solo y se perdieron entre las sábanas. Yo…estaba
encima de ti, ¡besaba cada centímetro de tu piel! Acariciaba tus brazos, tus
muslos. Tú, apretabas tus manos en mi cuerpo y me hacías cada vez más tuya,
querías que me metiera en tu ser. Nuestros sexos…bailaban al unísono la música
del placer, siguiendo el ritmo y el contorneo de nuestras caderas. Después, mi
lengua, que…estaba juguetona, se deslizó por tu vientre, por tus ingles, hasta
llegar al delta de tu sexo. Ella se detuvo en la desembocadura de tu clítoris y…
¡empezó a jugar con él! Hasta que…notó su respuesta. Ambos se amaron, se
fundieron en uno solo, fueron cómplices del amor y del deseo, fueron partícipes
del génesis del orgasmo. Tú, no parabas de gemir, ni de contornearte… ¡estabas
a punto, junto a mí, de llegar a ese clímax que nos hiciera alcanzar el
paraíso! Ambas estábamos a punto de conseguirlo a la vez hasta que….
-¡¡¡ahhhhhh, Ahhhhh!!! Siiiiii, mmmmm-
Estuvimos toda la noche amándonos hasta que…el sueño
nos alcanzó. Al día siguiente, esperaba encontrarte a mi lado y…lo que hallé
fue una carta tuya diciéndome que…habías encontrado a un gran amor del pasado
y…que te ibas con ella. Desde ese momento, comenzó mi “Travesía hacia Ti”, en
tu búsqueda y me negaba a creer que, este amor eterno que nos juramos, no
pudiera ser verdad.
Dejé el trabajo, vendí mis propiedades y compré un
barco pequeño, al cual le puse tu nombre, “VERÓNICA” y…me dispuse a navegar.
Pasé por muchas islas, anclé en muchos puertos, pregunté a muchas personas,
nadie me sabía decir razón de ti. Volví al mar con mi barco, sin más
tripulación que mi amor por tí, que se encargaba del timón y…la esperanza de
encontrarte, que se convertía en el combustible para poder continuar
buscándote. Después de ocho largos años de travesía y cuando ya mi aspecto no
era ni parecido al de años atrás, atisbé de nuevo tierra a lo lejos, algo me
decía que estabas allí y…mi amor y mi esperanza, hicieron el último esfuerzo.
Cuando tomé tierra y anduve por las calles…¡¡te vi!! ¡¡Te reconocí al
instante!! Tú, también estabas cambiada, pero aún permanecía en ti esa belleza
que me enloqueció aquél día, cuando te conocí. Aunque tus ojos ya no tenían
aquél brillo, ¡¡estaban apagados!! Te saludé, te quedaste mirándome, como
que…te sonara mi cara, pero no llegaste a reconocerme. Te fuiste y me quedé
sola. Al día siguiente fui al mismo sitio y…¡¡te volví a encontrar!! Es cuando
decidí a atreverme a hablarte. Yo te dije quién era y…comenzaste a recordar,
pero…¡¡no llegabas a reconocerme!! Me dijiste que seguías con ella, que la
debías fidelidad, aunque ya no la amabas. Así, transcurrieron varios días,
y…siempre quedábamos en el mismo lugar. Poco a poco, llegaste a reconocerme,
viste por fín, en mis ojos, aquel amor que te profesaba, aquel amor eterno que
un día nos juramos y eso precisamente, es lo que te dio el valor suficiente
para dejarla y regresar conmigo a nuestra Isla y a gozar de nuevo de nuestra
vida. Ahora estamos juntas y…te miro dormida, vuelvo a recostarme a tu lado.
Vuelvo a disfrutar de esa fragancia que desprende tu cuerpo, y que por siempre
es…y será mía. Vuelvo a abrazarte y a recuperar aquel amor eterno que nos
juramos aquél día. No olvides vida mía, lo mucho que te amo y que seré siempre
tuya.
Besitos...
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