Aparentemente parece una frase hecha y quizás, efectivamente,
lo sea. Con ella queremos expresar concisamente que reconocemos el total
desacuerdo de nuestras actuaciones. Actuaciones provocadas por los celos, los
“dimes y diretes” que nos llegan y nos obtusan la mente y con ello nuestra
racionalidad. La provocan también nuestras iras, enfados, recelos, etc.
Cualquier instinto bajo que asalte al ser humano y le convierte en eso,
en…menos humano. Pero… ¡¡¡ cuesta tanto poder controlarlos…!!! ¿Verdad?
Efectivamente cuesta y para eso tenemos que llamar a la puerta de nuestra
voluntad. Esa voluntad que en el preciso momento que es avisada, se pone manos
a la obra y pone en alerta a todos los participantes de nuestro YO INTERIOR.
Estos son: “pensar en las consecuencias que puede conllevar nuestra deplorable
actitud, pensar que no podemos permitirnos bajo ningún concepto, el lujo de
hacer daño a nadie. En la cadena evolutiva, nuestros ancestros se esforzaron
mucho, eso sí, algunos, para conseguir que el H. Sapiens, sea el que esté en el vértice de esa pirámide que nos
sitúa por encima de todos los seres vivos. Todos aquellos que por cualquier
circunstancia, pierden algún valor humano: Generosidad, Comprensión,
Tolerancia, Flexibilidad, Sinceridad, Transparencia y…un largo etcétera, que
precisamente nos hacen diferentes al resto, bajarán un escalón en la pirámide.
Cuesta estar allí, pero aún cuesta más mantenerse y por eso hay que seguir
creciendo. Estando en lo más alto, ves las cosas de diferente manera, mucho más
tolerante y buscas soluciones que se te presentan más claras. A veces, no hay
soluciones, pero aprendes a vivir con esa nota gris, porque aunque sea gris,
consigues con tu voluntad de raciocinio, no se convierta en negro. Y no olvides
que tus libertades y derechos finalizan cuando comienzan las del otro. De esta
manera nuestra Conciencia, se irá un buen rato de vacaciones y no nos
atormentará tanto.
Besitos...
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