Pensé
que el 6 de junio no llegaba nunca y cada minuto que pasaba me sentía más
nerviosa. Por fin llegó el día, bajé del tren casi volando, me dirigí hacia el
hotel donde me iba a hospedar. Suspiré…mi mente era un torbellino de preguntas,
al fin conseguí convencerla para que me acompañase al evento de esa tarde. Se
reunían un montón de escritoras y también, cómo no, de ávidas lectoras.
Ese
día firmaba ejemplares de mi último libro titulado “SOLO UNA NOCHE”, después de
que transcurrieran varias horas y finalizase el compromiso para con mis lectoras,
me dispuse a ir a descansar un poco a mi habitación.
Seguía
pensando en ella, ¿cuándo la vería? Ella prometió encontrarse conmigo, pero…
¡Cuándo! Me di una ducha y fui a cenar con unas colegas escritoras a un
restaurante en Chueca, era el habitual donde cenábamos ya que su servicio era
de lo más entrañable y su comida exquisita, además del buenísimo precio que
tenía. Después de una velada como siempre…amena y divertida, nos fuimos a tomar
unas copas, la verdad que no puedo negar que nos lo pasábamos muy bien. Miré el
móvil en varias ocasiones durante la cena, también mientras estábamos por ahí
de copas y…nada…¡No podía ser! Ella me dijo que pasaría conmigo ese día.
Le
había ofrecido mi habitación y mi cama sin ningún compromiso y como siempre,
Ella, sabía con absoluta seguridad que yo cumpliría con mi palabra y que no
haría nada que ella no deseara.
He
de confesar que albergaba un atisbo de esperanza y hacía que ese deseo calara
muy hondo en mi corazón, hasta el punto de estimularme y hacer que mi sexo
comenzara a excitarse y empezara a mojarse, deseando que apareciera pronto ese
amigo juguetón y lujurioso llamado orgasmo.
La
verdad que sí, que había puesto muchas ilusiones en aquella noche, pero…ya la
hora que era y sin tener noticias de ella, no me quedaban muchas esperanzas.
Cuando
llegué a mi hotel, por cierto bastante cargadita de copas… a eso de las cuatro
de la mañana, pedí la llave de mi habitación y me dispuse a subir en el
ascensor, triste y desilusionada, ¿qué habría pasado?.
Abrí
la puerta de mi habitación y… ¡qué vieron mis ojos! Un caminito de pétalos de
rosas indicándome por dónde tenía que pasar, finalmente llegué a la cama que
claro... estaba cubierta también por pétalos de rosas. Se notaba un olor
peculiar, mi mente intentaba procesar e identificar esa fragancia,
era…¡incienso!
Apenas
podía ver con claridad, todo estaba oscuro, sólo la luz de las velas impedían
que pudiera golpearme, se podía escuchar una preciosa melodía a través del hilo
musical, ¡todo era mágico!.
Mientras
intentaba procesar en mi mente todo lo que estaba viendo y sintiendo, fui a
darme una ducha a ver si me despejaba de la borrachera que llevaba y comprobara
así, que todo eso no era producto nada más que de mi embriaguez.
Cuando
salí del baño y ya sin ningún ánimo, nada más que de querer dormir para poder
despejarme aún más, y… acompañada del recuerdo de lo que pudo ser y no fue, la
encontré. Estaba recostada en la cama, tapada parcialmente con la sábana
dejando al descubierto su pierna, su costado, su hombro y parcialmente su
pecho. ¡Yo no podía creer lo que veían mis ojos!
-¡pero,
pero, cuándo, cuándo has llegado, por dónde! –exclamé-.
-¡chssssss!
Déjalo, estoy aquí, acércate y bésame –contestó-.
Me
acerqué a la cama, me senté junto a
ella, mi corazón no podía dejar de palpitar aceleradamente, me preguntaba si
ella no lo oiría. Se veía tan bonita… su cabello corto, sus ojos eran marrones
y…cuando le daba el sol, se le volvían de color de la miel. Era gordita, pero
era mi gordita, risueña, cariñosa y dulce como un algodoncito de azúcar. No es
cómo era, sino quien era. Para mí, y… por lo que me hacía sentir era un ser absolutamente
inalcanzable, pero allí estaba conmigo, estábamos solas mirándonos a los ojos y
conscientes de que nos íbamos a entregar en cuerpo y alma.
Me
desnudó mientras me acariciaba, yo no podía creer que esa mujer pudiera estar
conmigo y haciéndome el amor. Cuando me quise dar cuenta ambas bailábamos al
son de nuestros deseos y bajo las órdenes de la batuta de la lujuria. La miré,
no podía dejar de acariciarla, mis labios recorrieron el dulce paseo que
previamente visitaron mis dedos por su pecho, donde pude disfrutar de esos
pezones grandes y duros.
Ella
agradecía mis besos y mis caricias con el contorneo de su cuerpo. Sus ojos y
sus jadeos me indicaban… ¡¡me suplicaban!! que dejase todo eso y fuera más
intensa y… así fue, mis labios navegaron por el mar de su piel hasta llegar a
la bahía de su clítoris. Sus caderas y su vientre se contorneaban más… y más…
-¡Poséeme
por favor, no puedo más!
En ese momento me puse el arnés y la penetré muy
despacito…muy suavecito, para que ella, mientras se masturbaba con el vibrador,
pudiera sentir que empezaba a formar parte de ella y que comenzábamos a
transformarnos en una sola, quería que fuera consciente de todo ello.
Ella
cada vez estaba más y más deseosa de llegar al clímax, sus movimientos, sus
jadeos hacían que mis movimientos se acelerasen, la cogí por sus nalgas y
empecé a penetrarla con más pasión, con más deseo, ambas estábamos a punto de
alcanzar ese orgasmo tan deseado y pletórico de sensaciones.
Y…por
fin después de ese baile de pasión y deseo el orgasmo nos invadió, la volví a
mirar a los ojos, la volví a besar, esta vez mis besos eran de agradecimiento,
agradecimiento por haberme regalado ese momento mágico, su piel, su olor, sus
caricias, su sexo, sus miradas. Ella misma entregada a mí por completo, con
este pensamiento me quedé dormida entre sus brazos.
Era
mediodía y…¡qué había pasado, no estaban los pétalos de rosa, ni se podía
disfrutar la esencia del incienso y…¡tampoco estaba Ella! No entendía nada, me
di una ducha y bajé a recepción, para preguntar por la mujer con la que había
estado. Me dijeron que no habían visto a ninguna mujer con esas características.
¡No
lo podía creer…pero si hacía poco que había estado con ella! Volví a mirar mi
móvil, intentaba lograr averiguar lo que estaba pasando y…nada, ninguna
llamada. Sólo se me ocurría que todo había sido producto de mi imaginación
resultado del cóctel de mi borrachera, sumado a la ansiedad que tenía por tenerla entre mis brazos.
Pasaron
los días, las semanas, yo preguntaba por ella, nadie sabía nada, hasta que un
día…y aún sigo preguntándome cómo fue, alguien me dijo que Ella…el día 6 de
junio iba camino hacia Madrid cuando en un cruce alguien se saltó una señal y
chocó contra ella, siendo su desenlace fatal.
-¡Yo no podía creerlo! ¡Si que tenía intención de
encontrarse conmigo, pero no llegó por ese maldito accidente. Ella me lo
prometió y en cierta manera ahora que recapacito, su Alma me hizo el amor
aquella noche del 6 de junio. Fue mi sueño y fue por UNA SOLA NOCHE… MÍA.
Besitos...